Editorial #20: Las fuerzas detrás del apruebo y el rechazo

La entrega de la propuesta definitiva de nueva Constitución marca el fin del trabajo de la Convención y su retiro de la escena política. El plebiscito de salida del próximo 4 de septiembre se impone como la próxima coyuntura donde las distintas fracciones burguesas medirán fuerzas.

Hasta el momento, se han conformado dos fuerzas políticas con similar apoyo electoral, reflejo que la crisis de dominación que enfrenta la burguesía sigue abierta. Esta clase, en su conjunto, aún no ha logrado definir las alianzas y la forma que asumirá su dominación burguesa a fin de superar dicha crisis.

La aprobación de la propuesta surgida de la Convención es una de las posibles salidas. Uno de los elementos claves que contiene esta propuesta constitucional es la del así llamado “Estado social de derecho”, que en términos materiales no es sino la ampliación de las prestaciones sociales que entrega el Estado (salud, educación, pensiones, entre otras). La fórmula busca generar una base de apoyo social más o menos sólida al nuevo ordenamiento político, apuntando fundamentalmente hacia las clases medias.

Por otra parte, la propuesta plantea también una serie de modificaciones a la institucionalidad y representación política, que van desde la paridad de género en los órganos colegiados del Estado, pasando por escaños reservados para los pueblos indígenas en el Parlamento, hasta un régimen de semi presidencialismo atenuado como forma de balance entre los poderes ejecutivo y legislativo, intentando aglutinar en torno al sistema demo burgués a las clases que llevan el estandarte de la ciudadanía progresista.

El actual gobierno y la variopinta coalición de partidos que lo apoya impulsan la campaña por el Apruebo; mientras que el conjunto de los partidos de derecha se han agrupado en torno al Rechazo de la propuesta constitucional elaborada por la Convención. A esta última opción se han sumado importantes referentes de la ex Concertación.

Sin embargo, es evidente que sea, cual sea el resultado del plebiscito, este no será el cierre definitivo de la actual crisis política. Si bien hay consenso entre los partidos de la necesidad de reformar el régimen político surgido de la transición, estos no logran ponerse de acuerdo que la propuesta emanada de la Convención sea el ordenamiento institucional más adecuado para regular las pugnas al interior de la clase dominante en los próximos años.

De este modo, los principales partidos comienzan a vislumbrar ya la opción de impulsar una agenda de eventuales cambios y modificaciones a la propuesta constitucional si esta resulta aprobada el 4 de septiembre; restituyéndose paulatinamente la conducción burguesa, a través del sistema de partidos (el cual había resultado en gran medida desarticulado en la elección de convencionales), frente a la iniciativa pequeñoburguesa que, en la forma de “movimientos sociales”, tomó la iniciativa en la Convención, plasmándola en el texto de propuesta.

Esta es la forma en la que actualmente se define el equilibrio de fuerzas de la alianza sobre la cual la burguesía asentará su dominación durante los próximos años. Esta será una con indudable presencia de referentes políticos asentados en las clases medias, con mayor o menor iniciativa de estos. La cuestión es si esta alianza logra superar con éxito la crisis política que enfrenta el capitalismo local.

Por su parte, la clase trabajadora se encuentra ausente, sin capacidad de intervenir políticamente en la coyuntura. Esta no solo no se ha hecho presentes en la crisis burguesa en términos de un actor político independiente, sino que incluso no ha logrado hacerlo en su carácter social más inmediato. Solo tardía y tibiamente algunas centrales sindicales comienzan a convocar a la participación en el próximo plebiscito en pos de sus reivindicaciones económicas y objetivos políticos.

Esta ausencia deja en manos del inestable ciudadanismo las banderas de la lucha por las reformas democráticas, con todas las extravagancias que ya se conocen. La falta de organización y programa propio, deja a los trabajadores a merced de los intereses e iniciativa de las distintas fracciones de la burguesía. Así, por más que pueda resultar ganador el “Apruebo”, esto solo fortalecerá en lo inmediato al ala progresista de la burguesía.

De allí entonces que resulte necesario para la clase trabajadora avanzar en una serie de tareas y objetivos políticos, porque, como ya se mencionó, la disputa por las transformaciones institucionales seguirá abierta en los próximos años sea cual sea el resultado del plebiscito, y es aquí precisamente donde los trabajadores tienen intereses propios que defender.

En lo inmediato la opción de Apruebo es sin duda la que más conviene a estos, ya que, aparte de plantear la posibilidad de mejorar ciertos aspectos de sus libertades democráticas y condiciones de vida a través de las reformas que impulsan las clases medias, la propuesta de nueva Constitución abre la posibilidad para fortalecer la lucha de los trabajadores al ampliar el derecho a huelga y de negociación (artículo 47).

De modo que resulta importante que los cuadros más conscientes de la clase trabajadora aprovechen lo que resta previo al plebiscito para levantar un frente propio que les permita aglutinar a otros trabajadores bajo sus propias banderas de lucha, desmarcándose de otras iniciativas que les subordinan a intereses ajenos.

Para el caso de la izquierda socialista, es importante que, por una parte, esta acompañe a la clase trabajadora en la coyuntura buscando que esta última comprenda el carácter de la confrontación, y cuáles son las tareas que se le plantean a fin de avanzar sus intereses de clase. Por otra parte, es necesario que esta salga a confrontar el oportunismo electoralista que comienza a campear en el sector, contraponiendo la agitación y propaganda socialista frente a las ilusiones del ciudadanismo pequeñoburgués.

Solo de esta forma -con una intervención decidida en la coyuntura- la izquierda socialista tendrá la oportunidad de conectarse realmente con la clase trabajadora, acumular fuerzas y aumentar sus capacidades de cara a los desafíos del presente periodo de la lucha de clases.

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