Por Nicolás Campos
Todo el panorama político de estas últimas semanas, así como las próximas van a estar marcadas por la situación electoral que nos espera el 4 de septiembre. Hoy por hoy, el plebiscito en el que el país tenga que decidir si aprueba o rechaza la propuesta de constitución que elaboró la Convención Constitucional es el acontecimiento político por excelencia, y como buena situación política de masas, tiene a todas las fuerzas políticas del periodo moviéndose en virtud de esta.
En este sentido y más allá de que prácticamente todos los días han existido denuncias de un lado hacia otro respecto al periodo de campaña que se vive, parece relevante inscribir ciertos hechos relevantes en un marco que permita ir dilucidando las tendencias y los caminos por los cuales se va configurando el nuevo periodo político en el país. Resulta así ineludible pensar las acciones del campo del apruebo, específicamente las del gobierno y sus partidos, como cuestiones que se inscriben en tendencias más grandes donde se encuentra la configuración de un nuevo periodo político en el país.
Así las cosas, el gobierno se encuentra fuertemente condicionado por el resultado de septiembre, donde la única certeza que puede existir hasta el momento es que independiente del resultado, este gobierno está llamado a ocupar un lugar relevante en el escenario post-plebiscito. Naturalmente y dada las lógicas y la historia de conformación del Frente Amplio, e incluso, mirando la biografía política del actual presidente, la opción por el apruebo es la que resulta más favorable para el gobierno. Siendo precisamente esta opción por la cual el mismo se ha desplegado en el último tiempo, enfrentando denuncias por parte del campo del rechazo y de la derecha por involucrarse en una campaña cuando debiesen respetar la “no prescindencia”.
Sin embargo y más allá de este tipo de denuncias que se han recibido, la firma del acuerdo firmado por los partidos que apoyan a la opción apruebo (excepto la DC) y que forman parte del gobierno el recién pasado 11 de agosto, aparece como un acontecimiento relevante y que permite esclarecer ciertos tintes que la coyuntura y el nuevo periodo comienza a tomar.
En primer lugar, el acuerdo al que llegan los partidos en el Congreso Nacional sanciona – en conjunto con otros acontecimientos – en los hechos, el fin de la Convención como instancia resolutoria de las contradicciones políticas del momento, y devuelve, el ejercicio de “la política” a sus expresiones fundamentales como lo son los partidos. Es que, si ya durante el desarrollo de la convención ciertas fuerzas políticas ajenas a los partidos ya habían demostrado su impotencia, la firma de ayer termina por demostrar cuales son las fuerzas que conducen la fuerza del “Apruebo” y en concordancia, cuales son las que no.
En ese mismo sentido, conviene destacar que lo sucedido el pasado jueves está lejos de ser una “traición al pueblo” o una “cocina” que desconoce la voluntad popular como manifestaron algunos, sino que es más bien la expresión del ejercicio de la política y de la labor de los políticos profesionales en ejercicio. Donde los acuerdos, las negociaciones y los movimientos que en materia constitucional resuelvan son parte de su labor y en efecto, permitirán encaminar, a su juicio, al “Apruebo” a una posición más ventajosa que la que hoy tiene. Es a todas luces, una apuesta en tiempos de elecciones. Junto con lo anterior, la cita del oficialismo al alero del documento con va demostrando los pesos que cada una de las distintas fuerzas que componen esta confrontación van teniendo al interior de cada uno de sus bloques, los cuales conviene destacar, también viven sus fricciones internas. Por otro lado, el acuerdo puede ser leído como un acontecimiento relevante si de comprender los ánimos de poder conformar una base firme que pueda sostener al gobierno en los próximos años. Es que, en efecto, el cuadro político que hoy aparece como la base del gobierno se encuentra aún en un periodo de conformación, siendo, como todo al inicio, aun bastante frágil, considerando el poco tiempo que dicha “alianza” lleva. Seguramente, el acuerdo titulado “UNIDOS Y UNIDAS PARA APROBAR UNA NUEVA CONSITTUCIÓN” sea la instancia que le permita dar un segundo aire a una coalición que venía golpeada en las últimas semanas y permita superar políticamente el traspié que generaron los dichos del ministro Jackson entre el Frente Amplio y el mundo de la ex concertación